antipoeta
martes, 21 de febrero de 2023
mantra
Soy el hombre ritual
El viejo necio
El recién nacido
Soy mi madre muerta
Mis hermanos pobres
Mi hermano muerto
Soy los hijos de mis hermanos
Los hijos de sus hijos
Mi propio hijo
El hijo pródigo
El predilecto
El desheredado
Soy el escritor
El amanerado
El danzante
Soy el ignorante
El arrogante
El desempleado
Soy las calles soy la ciudad soy el barrio
Vengo de la marginación y hacía allá vuelvo
Soy hijo de una clase mundial
De un sol moderno
Soy paria soy vago soy destierro
Extraño a mi país
Lloro a mi pueblo
Entiendo que mi única herencia es el recuerdo
Aprendo otros idiomas
Camino otras calles
Defiendo otros principios
Soy el extranjero
El Arbeitsloser
El inadaptado
Trato de encontrar mi casa entre los astros
A través del suelo
Entre los escombros del terremoto
Soy el hombre atrapado
El rescatista
El perro
Soy el ojo desorbitado
La mandíbula
El colmillo
Soy el estómago
El ácido
La podredumbre
Mi cuerpo flota como un tronco
Mi alma está vacía
Nada me perturba
Soy el hombre del sueño
La mano que busca
El miedo
Soy el que se hunde y emerge
El que se pierde y regresa
El que resucita
Soy el karma
Soy el rencor
Soy la venganza
Soy el que atraviesa el nudo
El que lo ve desde arriba
El que lo pisa
Soy el golpe del fuete
El sonido que vuela
El aire recortado
Soy la mirada fija
La flecha que atraviesa
La bala
Soy la explosión del casco
El metal fundido
La carne rota
Soy la sangre que corre
La que palpita
La que permanece
Soy el ardor soy la derrota soy el equilibrio
Soy el recién nacido
El viejo necio
El hombre ritual
Soy el fuego eterno
Soy la muerte
domingo, 23 de octubre de 2022
La zona del no-ser
Fanon comprendió en carne propia que existe una zona de nuestras sociedades donde la humanidad es vulnerada sistemáticamente por la violencia del opresor. Se trata de un lugar estructural, que no depende de las cualidades de las personas. Estima que es justamente en esa zona, que denomina “zona del no-ser”, donde puede nacer la revolución por la que está dando su vida, y advierte que el mundo colonial tiene compartimentos cuyas fronteras están señalizadas por cuarteles y estaciones de policía. Esos dos mundos tienen vida propia, reglas particulares y se relacionan jerárquicamente. Sostengo que el período actual de acumulación por despojo/cuarta guerra mundial, implica la actualización de las relaciones coloniales. Es probable que la potente actualidad de Fanon venga de la mano de la creciente polarización entre el uno por ciento más rico y la mitad más pobre y humillada de la humanidad, rasgos propios del período colonial.
En todo su trabajo, el autor se empeñó en mostrar que lo que vale para una zona, no necesariamente puede trasladarse a la otra. Que los modos de hacer política en la metrópoli no pueden ser los mismos que en la colonia. Que las formas de organización legales y abiertas de las zonas donde rigen los derechos humanos de los ciudadanos, no pueden ser copiadas por quienes viven en territorios arrasados como las favelas, los palenques, las comunidades de los pueblos originarios y las barriadas de las periferias urbanas.
Para Fanon, los pueblos oprimidos no deben caminar detrás de los partidos europeos de izquierda, cuestión que en el mismo período denunció su maestro Aimé Césaire en la Carta a Maurice Thorez*, donde enuncia el “paternalismo colonialista” del Partido Comunista Francés, que consideraba la lucha de los pueblos contra el racismo como “una parte de un conjunto más importante”, cuyo “todo” es la lucha obrera contra el capitalismo.
*
En América Latina existen varios movimientos que muestran cómo los oprimidos y las oprimidas van resolviendo a su manera los dos asuntos que he abordado. Los textos “Economía Política i y ii” del subcomandante insurgente Moisés del ezln, las memorias del dirigente nasa-misak
del Cauca colombiano, Lorenzo Muelas, así como las reflexiones y análisis de autoridades mapuche, entre muchas otras que no puedo citar, son buenos ejemplos de pensamiento critico en la zona del no-ser.
En el mismo sentido, las voces de las mujeres de abajo pueblan el grueso volumen recopilado por Francesca Gargallo, Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América. A esa multiplicidad de voces habría que sumar otras formas no occidentales de expresar cosmovisiones, desde el tejido y la danza hasta el cuidado de los animales, las plantas y la salud.
En segundo lugar, descubren que para despojarse de la imagen del opresor no alcanza con recuperar los medios de producción. Es un paso necesario sobre el que debe crearse algo nuevo, pero sobre todo diferente al mundo viejo, tejido de relaciones sociales no jerárquicas ni opresivas. La historia de las revoluciones nos enseña que este es el aspecto más complejo y la piedra con la que hemos tropezado una y otra vez.
Fanon advirtió los riesgos de que la acción rebelde termine reproduciendo la lógica colonial, en una luminosa y premonitoria referencia a Nietzsche: al final de Piel negra, máscaras blancas advierte que siempre hay resentimiento en la reacción. Sólo la creación de lo nuevo nos permite superar las opresiones, ya que la inercia reactiva tiende a invertirlas.
Medio siglo después podemos celebrar que muchos movimientos están empeñados, aquí y ahora, en vivir con dignidad en la zona del no-ser, esquivando las jerarquías estadocéntricas y patriarcales. Imaginemos que en esas creaciones late el corazón generoso de Fanon, desbordante de compromiso y creatividad.
Fuente: http://semanal.jornada.com.mx/2018/08/12/frantz-fanon-de-la-descolonizacion-al-pensamiento-critico-6809.html
viernes, 20 de abril de 2018
LA ERA DEL ENSUEÑO, Jorge Castaneda
Escribimos porque lo que tenemos que decir, no puede describirse con palabras.
Venimos de un largo periodo de acecho y es por eso que nos hemos dedicado a ensoñar. Vamos saliendo apenas de un largo periodo de culto a la personalidad, de competencia y rivalidad; de ver quién es el que la tiene más grande. Figuras como la de Gandhi o Hitler solamente han sido posibles en este contexto de lo verbal y lo físico. El hacer de la humanidad en los tiempos recientes ha sido influenciado por la fuerza del acecho. Pero los brujos no hacen, así que se han concentrado en el ensueño: su energía, sus ejercicios, sus movimientos, sus costumbres, sus palabras han estado enfocadas en mundos iracionales, mientras sus cuerpos y sus mentes eran acechados por el discurso infinito de la realidad. Así, han creado comunidades cuando lo que predominaba era el individualismo; han acumulado conocimiento cuando se concentraba la riqueza material; han abierto una puerta a lo intangible cuando se fabricaba lo científico.
Luego de haber entregado su recapitulación, el nahual Carlos consolido una tradición de ensoñadores; volvió para extender sus redes y sostenerlas con firmeza. Anduvo aquí entre nosotros y se nos mostraba en sueños. Antes de su última partida me encargó un mensaje.
Nada es predecible, el universo da vuelcos. La tradición a la que pertenecemos comenzó en 1927 y está a punto de acabar. Todo el conocimiento que se desprende de aquella ola, carecerá de sentido cuando la nueva marea borre sus huellas. Los que no alcancen a partir antes de que el ciclo se cierre, tendrán que aprender las nuevas reglas.
Lo que ahora vemos nacer es una era de ensueño: un periodo histórico en el que la humanidad se enfocará en riquezas intangibles; en que la actividad cotidiana pasará del campo físico al etéreo; un nuevo periodo de oscurantismo. Sin embargo este cambio, igual que la transformación de 1927, solamente podrán verlo los brujos; para el resto del mundo será la lógica natural de toda la vida: esa idea de continuidad a la que se aferran para no perder el juicio.
Los guerreros que emprendan camino en esta nueva etapa, vivirán en una lógica de ensueño que los seducirá, invitándolos al arrullo de una fantasía colectiva e inmovilisante. La comunicación, convertida en droga altamente adictiva, sera el eje de la nueva religión. Las personas quedaran atrapadas en imágenes y mitos poderosos que flotaran por encima de sus cabezas como nubes invisibles, carentes de tiempo y lugar especifico. Pero estas imágenes y estos mitos serán replicados hasta lo infinito y se convertiran en estigmas de la época, en símbolos del sueño colectivo. La gente creerá en esos símbolos por sobre todas las cosas; los políticos y los líderes serán aborrecidos y ocultos de la vista de todos.
En este mundo se extinguirán los pequeños tiranitos suplentes: se fundirán con la masa de pensamientos uniformes y comportamientos replicados por el sueño. Reaparecerán los verdaderos tiranos, los dueños del control absoluto, gigantes hinchados de poder. Volverán los palacios y las fortalezas; los ejércitos sanguinarios y la fuerza brutal de los instintos. Los tiranos se ocultarán a la vista de todos, sus pedestales estarán protegidos por intrincados laberintos, porque saben que el poder es un arma de dos filos. El poder, esa riqueza intangible que interesa a los guerreros, sólo puede conseguirse por medio de la cercanía, de la convivencia cotidiana, del acecho. La nueva tradición se construirá en torno a las artimañas y la simulación; habrá que recuperar los trucos de viejos saltimbanquis y arlequines, que se mezclaban entre las cortes medievales para burlar y sacar tajada. Debemos comenzar, tal vez, con nuestros semejantes, acechando a nuestros compañeros en la clase de yoga o a nuestro acompañantes en las excursiones por el campo. Pero el verdadero poder, el verdadero acecho, dependerá de complicadas relaciones sociales, de filtraciones, de engaños y tramas complejas. Habrá que recuperar los sentidos y ponerlos en el máximo estado de alerta; domesticar las emociones y encender la astucia: habrá que acechar!
Esta es la era del ensueño, lo mejor es no quedarse dormidos.
lunes, 18 de septiembre de 2017
El final del conocimiento. Jorge Castaneda
Lo último que Don Juan me dijo antes
de morir, fue que se equivocó terriblemente con Carlos: él no era
un Nahual de nuestro linaje, ni siquiera era un elegido; todo había
sido un engaño del inquilino.
Aquel día fue colocado por Don Juan
en el plano más activo de mi conciencia, aun hoy lo recuerdo de un
modo vívido, como su no hubiera pasado un día. Me dio cita en una
casa de cartón construida en medio del paso de una avenida en la
colonia Pedregal de Santo Domingo; no era la única vivienda que
presentaba estás circunstancias en la zona, por el contrario, llegué
a desconfiar de las señas que me dio para encontrar la dirección:
Una casa de láminas de cartón, construida sobre un montículo de
piedra volcánica, en medio de la avenida Nezahualpilli, bajo la
sombra de un ahuehuete. Volví dos calles atrás, donde una placa
sobre una puerta me confirmó el nombre de la avenida: Nezahualpilli.
Nuevamente avancé hasta la casa del ahuehuete y, conforme me
acercaba, iba revisando su fisonomía en busca de alguna forma que se
pareciera a una puerta. Me detuve a dos pasos apenas de chocar con
las láminas, sin encontrar en éstas la entrada. Justo enfrente de
mi, se apartó un pedazo de la pared, empujada desde dentro por una
anciana que asomó uno de sus ojos por la rendija que se formara tras
el movimiento de la lámina. Después de revisarme con la mirada, dio
un segundo empujón a la estructura, dejando espacio apenas para
permitirme pasar; la anciana hizo una seña al ver mi inmovilidad y
yo avance preguntando por Don Juan, sin obtener respuesta; en lugar
de eso fui invitado, a través de otra seña, a sentarme sobre un
petate que se extendía sobre el piso de la única habitación.
En la semioscuridad, un comal de
lámina galvanizada, sostenía carbones incandescentes sobre los que
hervía, contenido por una olla de barro, té de canela. La anciana
sirvió un poco del té en un vaso y lo llevó a un rincón, donde mi
vista descubrió entre la oscuridad a otra persona que hasta ese
momento había permanecido oculto bajo cobijas; los empujones que la
anciana le dio con el pie, lo obligaron a enderezarse para recibir el
vaso de té. Un vaso igual me fue ofrecido y su contenido alivió el
frío que me había seguido hasta ahí.
El hombre bajo las cobijas era Don
Juan; lo supe minutos después, cuando con movimientos seniles se
acercó hasta el petate y se sentó junto a mí. La exclamación
acudió de inmediato a mi boca y ahí se ahogó ante la indiferencia
de Don Juan, que no hacia sino beber el té y observar la brillantez
de los carbones sobre el comal. La anciana, sentada al otro lado del
cuarto me miraba sin discreción, con las pupilas tan fijas que me
provocaron un escalofrío, entonces ella se levantó y salió de la
casa apresurada, dejando abierta la puerta, por lo que pude verla
durante unos minutos alejarse calle abajo, hasta que la distancia la
borró de mi vista. Una palmada sobre mi muslo izquierdo me hizo
recordar la presencia del Nahual, que se puso de pie y cruzó la
salida igual que la anciana. Dando media vuelta se detuvo con la
mirada sobre mí; en seguida lo alcancé y caminamos en silencio bajo
la luz del amanecer.
Después de cruzar el eje diez nos
metimos por calles torcidas, sobre las que anduvimos al rededor de
dos o tres horas, hasta que llegamos a una pequeña plazuela cercada
por anchos muros con arcos que desembocaban a las estrechas calles;
al fondo del patio una pequeña capilla y a un costado de esta un
corredor tan estrecho que apenas podía avanzar una persona a la vez.
Yo iba detrás de Don Juan, quién avanzaba lento, mucho más que
durante el resto de la caminata; se detuvo en un punto y así se
quedó durante un rato.
-¿Lo sientes?-
Dijo muy quedo; podía presentir algo
terrible en sus palabras. Dio media vuelta hasta quedar de frente,
entonces vi su rostro y fue como si lo viera por primera vez desde
que me encontrara con él en la mañana; la vejes, que siempre se
había manifestado vencida por la energía inexplicable que lo
habitaba, asaltaba ahora su mueca haciéndolo parecer decrépito.
-¡Presta atención!-
Sus dientes rechinaron y sus ojos se
llenaron de bilis. Me apartó con su cuerpo, para volver apresurado
por el corredor; el camino estaba flanqueado por la pared de la
capilla de un lado y espesa maleza por el otro. Vi a Don Juan
desaparecer entre la maleza sin saber como reaccionar, hasta que
volvió a asomarse por entre los arbustos y fui detrás de él,
descubriendo otro camino que no había visto al pasar antes por ahí;
este camino era aun más angosto que el anterior y los arbustos que
lo bordeaban lastimaban mi cuerpo sin poder remediarlo por la
velocidad con que avanzábamos; temía perderme sino seguía el paso.
Por fin llegamos a donde la maleza se abría en un círculo, donde
sus ramas se llenaban de flores y crecían en torno a una vieja
fuente de piedra, de tallados cubiertos por el musgo y aguas brotando
en varios chorros. A pesar de que Don Juan aceleró el paso hasta el
extremo opuesto de la fuente, donde continuaba el corredor entre
ramas, tuve la intención de sentarme y probar esa agua que imaginaba
dulce y fría.
-¡No te detengas!-
El camino volvió a angostarse sobre
mí, el sol comenzó a lastimarme y mi garganta a pedirme agua;
estaba irritado al punto de ser agresivo con Don Juan, le grite un
par de veces, so pretexto de saber a donde íbamos; al no obtener
respuesta, mis gritos y mis palabras subieron de tono; me detuve
poseído de indignación, decidido a no dar un paso más. El Nahual
volvió por mi con tal fuerza que su sola imagen abalanzada me hizo
encogerme como un niño; su mano me tomó por la espalda y me empujó
por el corredor. En cuestión de segundos me hallé caminando
nuevamente por una de esas calles empedradas en que habíamos andado
antes de encontrarnos con la capilla; el golpe sobre mi espalda me
había dado tal vigor que no me di cuenta cuando Don Juan se quedó
atrás. Al volver la vista lo ubiqué recargado contra una pared
sobre la banqueta; su figura descompuesta se sostenía a fuerza de
abandonarse contra el muro, con las piernas tambaleando de forma
inocente. Acudí en su ayuda apenas para detenerle la caída a medio
paso; sus brazos colgaron de los míos mientras conseguía ponerlo en
pie; al tener su rostro cerca del mío pude ver que jadeaba.
-Trataba de que partieras con los
demás; eso fue lo que pasó-
Las palabras de Don Juan provocaron un
hueco en mi estómago. No sabía que me había dicho, pero entendía
algo que me causó enorme inquietud; un vértigo atacó mi
percepción, provocando en mi cabeza una burbuja de incertidumbre;
creía tener la respuesta encerrada en la memoria y la examinaba con
desesperación; vencido por las sensaciones que me habían surgido,
caí sin remedio con la flacidez de un desmayo, llevándome conmigo a
Don Juan, que aun descansaba sobre mis hombros. Sin salir del trance,
sentí el frío de la banqueta contra mi costado; ante mi vista débil
estaba la maltrecha figura del anciano: extraviado e indefenso
examinaba el suelo con sus palmas, como tratando de entender la causa
que lo había arrojado a ese espacio. Al verlo como nunca, de ese
modo; al verme junto a él como su única esperanza, sentí una
desolación pétrea y débil. Don Juan me encontró entonces frente a
sus ojos; clavo su mirada en la mía y al hacerlo, sentí que podía
leer mis pensamientos; soltó sin aviso una carcajada que me mantuvo
desconcertado unos segundos, hasta que termine por rendirme a su
influencia.
Poco antes de llegar a la plaza
centenario, Don Juan comenzó a contarme sobre la gran cantidad de
sitios de poder que había por el rumbo. Lo interrumpí rogándole
que me dejara invitarle algo de comer, pues pensaba que eso podía
ayudarlo a recuperarse.
-No va ayudarme ningún alimento.
Cómprate tú un agua, estás deshidratado.-
Al entrar a la plaza, Don Juan me
contó que en uno de los pasillos de la orilla había un sitio de
poder muy especial, una puerta como ninguna otra, que había sido
temida durante la historia de los hombres de conocimiento, pues se
sabía que aquello que había pasado a través de aquella puerta,
nunca había retornado a nuestro mundo. Me pareció extraño que un
sitio de poder tan importante, se hallara en un lugar tan concurrido.
-Por eso en este pasillo, a
diferencia de los otros, todavía se encuentran artesanías hechas a
mano-
Nos detuvimos frente a un puesto de
zapatos y huaraches rústicos, fabricados completamente en cuero,
desde las tiras de piel estirable y resistente con que se unían las
distintas piezas, hasta la suela de dura y gruesa baqueta.
Don Juan saludó de mano al hombre
detrás del puesto, quien abandonó la fabricación de un par de
mocasines para contestar, efusivo, el saludo. Era un hombre delgado y
muy moreno, de unos cuarenta años y uno sesenta de estatura; sus
pómulos afilados, junto con la nariz prominente y tosca, le daban un
aspecto de indio norteamericano, que reforzaba con los cabellos
lacios y largos, de un negro opaco, y la ropa de cuero confeccionada
al estilo de aquellas tribus. El hombre nos invitó a pasar atrás de
la hilera de puestos, donde la barra de concreto, puesta para limitar
los jardines del parque, servía de asiento a los artesanos. El
fabricante de calzado se presentó como José. Luego vino una pausa
que Don Juan interrumpió.
-¿Como va tu hijo?-
José llamó con un grito a un niño
de unos diez años que se aproximó tímidamente y, por orden de su
padre, nos saludó presentándose como Ixbalanqué. Parecía que Don
Juan le daba miedo al pequeño y le costó mucho atreverse a darle la
mano.
-No había tenido oportunidad de
venir por los zapatos-
Ixbalanqué se alejó apresurado,
mientras su padre se metía bajo la mesa de su puesto de calzado, en
busca del par perteneciente a Don Juan. Minutos después regresó con
unos huaraches de una sola tira de baqueta dura y tosca, que entregó
con gesto sencillo, invitando al viejo a probárselos. Este, destapó
sus pies del desgastado pantalón y me sorprendió ver que estaba
descalzo. Colocó los huaraches bajo sus plantas y ajustó la correa
con lentitud, como haciéndola coincidir con las gruesas arrugas de
sus tobillos.
-Que pena no podérmelos llevar, no
traje ninguna piel para el cambio, hace tiempo que no agarro ningún
animalito-
La mano de José sobre su hombro bastó
para entender que se los había regalado; compartieron una mirada
solemne y luego el zapatero acercó una mochila donde, tras extraer
varios objetos, encontró una botella de plástico llena de mezcal;
giró la rosca y dio un largo sorbo antes de pasárselo a Don Juan,
que dio un trago idéntico para ofrecérmelo a mí; el sabor era peor
de cuanto había probado hasta ese día y por poco lo devuelvo.
Del otro lado del jardín una mujer
gritó el nombre de José con tal intención, que lo hizo correr a su
llamado. La mujer sujetaba contra su voluntad a Ixbalanqué, que se
retorcía tratando de zafar el brazo. Hubo un intercambio de palabras
entre la mujer y el zapatero, arremetiendo el último contra su hijo,
en una paliza brutal que observé con indignación desde mi lugar.
Don Juan se apartó del lado mío, agachándose frente a las cosas
que había dejado tiradas José al esculcar su mochila; regresó
segundos después con gesto asombrado y entre las manos un libro que
me mostró urgente. En la portada tenía un dibujo de trazos
enredados que me hipnotizó por un segundo hasta que el Nahual me dio
un sape en la nuca.
-¿Ya viste quién es?-
Las letras en la portada decían: "LAS
ENSEÑANZAS DE DON JUAN-Carlos Castaneda".
-¡Es Carlitos!-
La idea de Carlitos no había estado
presente en mi vida, al menos de manera consciente, pero cuando Don
Juan lo mencionó tuve la certeza de saber de quien hablaba; una
imagen luchaba por aparecer en mi mente.
-Este es el primero de sus libros,
deberías de leerlos-
Puso el libro sobre mis manos y se
levantó para dar un gran respiro; escuché sus huesos tronar
mientras se estiraba y efectuaba movimientos extraños por el
espacio; una de sus manos pasó varías veces por mi espalda y por mi
rostro tan rápido, que producía un suave sonido al romper el aire;
se agachó frente a mí quedando muy cerca.
-Todo terminó-
El viejo decrépito había
desaparecido; aquel gesto incomprensible y lleno de magia con que
conocí a Don Juan, había vuelto cargado de una fuerza que
sobrepasaba su piel, irradiando todo el espacio.
-Carlitos murió sin hacer
recapitulación-
Parecía poder entender lo que él me
decía y eso me sorprendió; trate de ubicar el nombre de "Carlitos"
en mi memoria y, al hacerlo, me iba dominando la irritación de no
entender lo que me sucedía; mi cabeza se calentó hasta casi
nublarse.
-¡No hay tiempo de razonar!-
La mano del Nahual tocó mi oreja
derecha y sentí que dentro de su palma guardaba un cubo de hielo. El
frío me hizo apartarme y voltear a su mano vacía y seca. Miré
desconcertado hacia Don Juan.
-Lo que voy a decirte no es para tu
mente, sino para tu cuerpo; ni siquiera tenemos el tiempo suficiente
para explicártelo todo y entre más te tardes, menos voy a contarte-
A lo lejos, comenzaron a sonar
tambores; un sonsonete mecánico y repetitivo. Pensé que se trataba
de un engaño de mi imaginación, pero al voltear alcancé a ver un
grupo de danzantes que comenzaban a formar un círculo con sus pasos
rituales y sus pequeños anafres equipados con carbón encendido y
trozos de copal, cuyo aroma comenzaba a llegar hasta donde estábamos.
Sentí como Don Juan se sentaba a mi lado.
-Nuestro linaje comenzó por un
encuentro accidental con un brujo de la antigüedad a quién hemos
conocido como "El Inquilino" por su habilidad para
permanecer en el estadio de la vida, oculto al suceso de la muerte
durante más de diez mil años. El Inquilino pertenece a una nueva
clase de brujos que, tras haber practicado el antiguo conocimiento de
prolongar la vida el mayor tiempo posible, después de haber vagado
por las infinitas dimensiones que componen este universo,
descubrieron que existe la posibilidad de escapar, de ir más allá
de toda realidad posible, hacia una apertura que está más allá de
la vida y la muerte; un destino que está fuera del conocimiento y
que ellos llamaron: la libertad-
El jardín estaba cubierto por una luz
espesa, casi palpable, proyectada por un cielo de un azul
transparente, como de cristal. La plaza era otra, sus pasillos se
llenaron de la multitud dominical que se mueve torpemente contra los
puestos, rugiendo su murmullo autómata. Yo escuchaba a Don Juan y
cada palabra me traía una duda, pero cada duda era aplastada por un
golpe de tambor y mis ojos no podían despegarse de los movimientos
que repetían incesantes al otro lado del jardín, los danzantes.
-Cuando
el inquilino descubrió la posibilidad de escapar a la libertad, vio
que para lograrlo era necesario el poder que el había ido perdiendo
durante su larga vida; vio también que el mundo que conocemos, al
que nuestra razón ha identificado como la realidad, no es sino un
fragmento de un universo, un pliegue dentro de un tejido de
realidades infinitas, cuya totalidad fue llamada por los antiguos
brujos: el águila. El descubrimiento más importante que estos
brujos hicieron, fue que el águila está viva, es un organismo
consciente del que formamos parte, conectados a través del tejido
luminoso que nos atraviesa y nos conecta con todos y cada uno de los
seres que la habitan. El águila está hacha de conciencia y se
alimenta de la conciencia, de nuestra conciencia; de las vivencias
proyectadas en nuestra memoria a través de experiencias que
conmueven nuestro ser a lo largo de nuestra existencia; los brujos
antiguos, en su obsesión por conservar la vida, vieron que nuestro
poder, nuestra vida, está contenida en un huevo luminoso que, al
morir, es devorado por el águila; descubrieron que el águila se
alimenta de la conciencia de los seres vivos, y que está conciencia
puede ser sustituida por la memoria, haciendo una recapitulación de
toda nuestra vida, desde el momento del nacimiento, contando cada
instante, cada vivencia, cada emoción hasta el momento de la muerte,
se puede entregar al águila una réplica de la conciencia de nuestra
vida. Los antiguos brujos vieron que cuando el águila devoraba un
huevo luminoso de un brujo que había recapitulado el total de su
existencia, esta tomaba la memoria como la parte jugosa de una fruta
y devolvía al brujo como a un hueso seco, arrojándolo de regreso a
la vida. Carlitos no hizo recapitulación, está muerto-
No pude evitar volver la mirada a Don
Juan; al hacerlo me tope con una mano que chocó contra mi rostro,
lastimándolo.
-Concéntrate-
La indignación me dominó como acto
reflejo; esperaba que mi vista se aclarara para contraatacar; sentía
mi rostro enrojecido por el golpe y por el coraje; manoteaba en el
aire en busca del agresor y comencé a tener una sensación espesa a
mi alrededor, como si estuviera sumergido en agua; trataba de ver y
todo estaba rojo.
-No hay tiempo. Está va a ser la
última vez que hable contigo. Voy a decírtelo de cualquier modo,
pero es mejor que me escuches con tu conciencia cotidiana porque tal
vez nunca vuelvas a conocer otro estado-
Sentía que me ahogaba. Repentinamente
mi cuerpo se liberó. Tuve la sensación de despertar; mi cuerpo
tenía la sensación de calor y aislamiento que se adquiere mientras
se duerme. Creí que todo había sido un sueño, estaba acostado y
trate de acurrucarme sobre la fría piedra; los tambores sonaban en
mis oídos. Al abrir los ojos vi al zapatero y a Don Juan agachados
sobre mí, a la expectativa. Me enderecé apenado y José me ofreció
un trago de aguardiente, luego alguien preguntó por unas sandalias y
fue a atenderlo. El Nahual me pidió que siguiera escuchando su
relato.
-Los antiguos brujos vieron que el
haber sobrevivido a la muerte, no bastaba para cruzar a la libertad,
pues el sólo hecho de abandonar nuestro universo, suponía la
desintegración del ser que lo intentase. Para poder conseguirlo,
aquellos brujos vieron que era posible hacer una agrupación de
hombres distintos en las características de su huevo luminoso, que
podían concentrar el poder suficiente para el viaje. Todo esto lo
sabes ya, pero está a un nivel de conciencia que tu ser cotidiano
desconoce por completo-
Aquel día, salí de madrugada a mi
cita con Don Juan, sin tomar en cuenta que en realidad no recordaba
conocerlo. Me dijo que, aunque toda mi vida hasta ese día, había
creído llevar una vida simple y normal, en realidad había llevado
una preparación como guerrero de su linaje desde quince años atrás,
misma que era incapaz de recordar, pues se trataba de un conocimiento
inaccesible para el estado habitual de la conciencia. Me recomendó
leer los libros de Carlos Castaneda para aclarar la avalancha de
dudas que yo no cesaba de exponerle. Hace quince años de aquel
encuentro con Don Juan; conseguí los ocho libros recomendados por el
Nahual, además de otros tres atribuidos al mismo autor, junto con
seis de otras dos autoras a quienes Don Juan. Llamo: las aliadas del
inquilino.
-Los otros libros atribuidos a
Carlitos, son sólo manuales de religión baratos; ten cuidado con
las aliadas del inquilino, ellas si son peligrosas-
Leí con vehemencia todos los
capítulos desde las enseñanzas de Don Juan hasta el arte de
ensoñar, descubriendo en aquellas letras mucho más que las simples
dudas que planteé a Don Juan, extasiándome en incontables ocasiones
con sus secretos incomparables y creyendo a cada página avanzar un
paso en el camino del guerrero, sintiendo que al final de la lectura
recobraría la conciencia perdida, pero al terminar la última página
mis dudas fueron mayores, así que conseguí el resto de los libros,
incluyendo los de las dos aliadas del inquilino. Al final sólo he
sentido un vacío que se ha ido ensanchando día con día, llenándome
de escepticismo ante todo, incluido yo mismo; me he dedicado a
ocultarme el hecho de mi relación con el mundo de los brujos,
convenciéndome de su imposibilidad, y así he vivido hasta hace unos
días cuando me enteré que habían desalojado a los artesanos del
centro de Coyoacán. Una curiosidad repentina me trajo hasta aquí,
pensando que el sitio de poder aquel, situado tras el puesto de
calzado rústico, tal vez pudiera darme alguna respuesta. He
recorrido el jardín metro a metro sin poder recordar la ubicación,
dándome cuenta de lo incierto que puede ser el conocimiento bajo la
debilidad de mis parámetros.
Estoy sentado en una banca de la
plaza, recordando incesante las últimas palabras de Don Juan. Las
hojas de los árboles caen a mi alrededor en una lluvia lenta.
-Lo que voy a decirte no lo sabía
ninguno de nosotros hasta hace muy poco, nos hemos enterado
abruptamente y no hubo tiempo de aclararlo, pero las circunstancias
me dan la oportunidad de darte, al menos, esta revelación: hemos
sido las presas de un plan ejecutado meticulosamente por el
inquilino; autor de nuestro linaje y maestro de cada uno de sus
miembros.
El inquilino es un Nahual
perteneciente al mundo de la brujería antigua, con conocimientos
adquiridos durante más de diez mil años; la paradoja de su
existencia fue darse cuenta que, siendo de los pocos seres vivientes
con el conocimiento necesario, había perdido el poder para escapar a
la libertad, y más: su trabajo de recapitulación era una tarea casi
imposible por su longevidad. En mil novecientos veintisiete comenzó
su estrategia de escape, al tomar bajo su tutela a un cura católico
en quién vertió el conocimiento necesario para escapar a la
eternidad; lo equipó con un grupo de brujos, también bajo su
tutela, que no sólo garantizaban su supervivencia al rebasar los
límites del águila, sino que, por la forma en que el inquilino los
escogió y preparo, formaban un puente entre nuestro universo y la
libertad; el inquilino inventó la regla: un procedimiento que
anclaba a cada generación de brujos a la generación subsiguiente;
la regla era en realidad el punto medular de su plan, lo que el
inquilino hizo fue colocar un pasillo a través del cual pudiera
cruzar a la libertad, una concentración de poder disponible para el
momento en que él estuviera listo para emprender el viaje.
Sin embargo el conocimiento cedido
avariciosamente a este grupo de guerreros, los hizo lo bastante
poderosos, como para representarle un riesgo en su estrategia: el
Nahual Julián, líder de una generación anterior y mi propio
maestro, fue un terrible ejemplo de esta desventaja: casi podía
haber emprendido solo el camino a la libertad, una vez aprendidas las
lecciones básicas del inquilino.
El inquilino comenzó a corregir
este error a partir de mi generación, entregándome una serie de
conocimientos cuyo objetivo era preparar el camino para su gran
corrección: Carlos; él no era un individuo compatible con los
hombres de nuestro linaje, ni siquiera era un buen candidato para
tomar el camino del guerrero, pero tenía otras aptitudes muy
convenientes: era escritor. Cuando el inquilino dio con Carlitos,
este ya había escrito un par de libros con pretensiones científicas
sobre antropología; su aparente habilidad para redactar era en
realidad una característica única en su huevo luminoso, que el
inquilino descubrió al verlo por primera vez. Era algún tipo de
desarrollo en la capacidad de almacenar emociones vividas; una
formación natural que seguramente traía consigo desde el
nacimiento; este talento nato, le servía para construir narraciones
porque estas, igual que la conciencia, están hechas de emociones, de
vivencias reproducidas por y para la memoria. Lo que el inquilino vio
y no pudo dejar pasar en Carlitos, fue un recipiente para su propia
recapitulación; una memoria consciente que hubiera permitido, con
apenas una minúscula instrucción, que Carlos se enfrentara a su
muerte de manera triunfal. Pero el inquilino vio una posibilidad para
sus propios intereses y lo colocó en mi camino dándole el aspecto
de un elegido para que yo lo tomase bajo mi tutela. Y así lo hice;
al ver que el huevo luminoso en que estaba contenido se dividía en
cuatro partes, lo preparé para ser el Nahual próximo a sucederme,
sólo que la preparación que le di, había sido predispuesta por el
inquilino y lo que en verdad hice fue prepararle el terreno a algo
más complejo. El inquilino necesitaba un enorme poder para atravesar
hacia la eternidad, por eso fue conveniente que se hiciera popular, a
través de los libros, la figura de Carlitos, provocando con la venta
de sus libros y sus consecuentes seguidores, una enorme masa de poder
impersonal, que ni siquiera tendría el inquilino que absorber de
manera directa; únicamente tuvo que direccionarla sobre la figura de
nuestro linaje, de modo que la energía de las masas lubricaría el
paso del inquilino por sobre nuestro linaje, catapultándolo a la
libertad. Los libros de Carlitos crearon un anhelo colectivo que se
vinculaba a nosotros a través del poder que el inquilino había
puesto en Carlos. Mientras tanto el inquilino preparaba a Carlitos
en otro tipo de conocimiento: viajar en el tiempo; haciéndolo creer
que le otorgaba algún tipo de poder, y conociendo la obsesión que
despertaba en Carlos la historia, lo invitó a viajar a través de su
conciencia de diez mil años, con el único propósito de trasladar a
su memoria todos los recuerdos que le era imposible almacenar en la
propia. De este modo, el inquilino cumplía los dos grandes
requisitos para escapar a lo que no se puede conocer porque está más
allá de los límites del conocimiento: la libertad; cumplía con la
recapitulación, a través de la memoria de Carlitos, y cumplía con
la regla que el mismo había inventado para tender un puente por
encima nuestro, pero esto significaba nuestra destrucción. Sin
embargo al inquilino le faltaba aun acomodar el suceso en que daría
fin a su estrategia, para esto llevó a Carlos a una realidad
paralela a la nuestra, en que habitan seres inorgánicos de millones
da años de antigüedad, capaces de capturar a seres de otras
realidades dentro de su mundo, para absorber de ellos el poder: la
cosa más codiciada de todos los seres de nuestro universo. La
estrategia fue planeada de forma tal, que yo mismo fui preparado para
dejar parte de mi poder en ese mundo, desde el tiempo de mi
preparación bajo la tutela del Nahual Julián. Las aliadas del
inquilino estuvieron ahí para reforzar el ataque, junto con una
criatura capturada por él en un mundo desconocido para mí. Mientras
yo luchaba con este ser, abandonado ahí bajo pretexto de salir con
Carlos, a quién se suponía habíamos ido a rescatar, comencé a
entender la naturaleza de mi relación con el inquilino, pues este
ser aliado suyo guardaba una gran cantidad de los rasgos aprendidos
bajo su tutela; había sido una especie de maestro para el propio
inquilino en el arte de la supervivencia; ahora, daba por terminado
su trato con él, tomándome a cambio como su presa. Los miembros de
mi grupo, guerreros educados por el Nahual Julián, no tuvieron fácil
la tarea de volverme a nuestra realidad con ese ser pegado a mi
costado; no he podido librarme de él hasta ahora.
Al recobrar la conciencia, estaba
en la casa de la bruja con quien me encontraste esta mañana, había
varios guerreros rodeando mi cuerpo, parecía un velorio. Todos
conocíamos la situación y no hubo necesidad de palabras; cada uno
fue en busca de ustedes. Si alcanzábamos a cerrar el ciclo de
nuestro linaje, incluyendo a todos los iniciados, tal vez podríamos
romper el vínculo con el inquilino; sino era demasiado tarde. A mi
me tocó encontrarme contigo; la idea era empujarte a la libertad y
ver si aguantabas, si vivías. Ni siquiera pudimos llegar a ese
punto. El corredor por el que anduvimos esta mañana era apenas la
entrada al camino; tal vez tú hubieras podido lograrlo, pero yo no;
el ser que traigo pegado me está arrastrando a su mundo. Desde que
nos recuperamos de la caída en la calle, me empecé a dar cuenta de
la ausencia; ya no están; pudieron haber muerto, pudieron haber
escapado, tal vez anden como nosotros, pero ya no son guerreros; el
vínculo se borró; todo lo que queda es una estela, el rastro dejado
por el inquilino para asegurarse el poder necesario en su viaje a la
eternidad. Siento sobre mí el impacto de su partida, chupándome las
entrañas desde la línea del horizonte. Hace horas está tratando de
utilizarme para chuparte a ti también. Por eso vine a este punto,
donde se abre un destino desconocido aun para el propio inquilino;
otros guerreros poderosos intentaron cruzarlo y jamás volvieron; yo
ahora no tengo ni las oportunidades que ellos tuvieron, pero es mi
opción y voy a tomarla-
Sentí vértigo, pensé que estaba
volviéndome loco cuando empecé a hablar en un sinsentido
interminable; mis ojos se llenaron de lágrimas por este anciano del
que no me acordaba la noche anterior y ahora parecía ser lo más
importante de mi vida; mi desconsuelo era incontrolable. Don Juan
puso una mano sobre mi estómago y la dejó ahí mientras hablaba,
este simple contacto logró que me tranquilizara por completo,
incluso llegué a tener una sensación de optimismo.
-Voy a morir Jorgito, ahora mismo,
en este lugar-
Una presencia irresistible me hizo
voltear a mi izquierda, donde no encontré nada; no había nadie ahí,
pero la sensación había sido tan fuerte que no me conformé hasta
no haber pasado la mirada por todo el espacio y cerciorarme que no
había nadie cercano que pudiera haberme jugado una broma. Volví la
mirada a Don Juan, sintiendo el calor de su mano recargada contra mi
estómago, y no encontré su imagen. Me puse de pie empujado por la
incomprensión y mi mirada temblorosa dio vueltas interminables entre
las plantas y las personas aglutinadas sobre los pasillos, creyendo
ver en cada rostro la cara indescriptible del Nahual. Grité su
nombre hasta desgarrarme y estuve a punto de preguntar a quienes
tenía cerca; entonces descubrí que nadie reparaba en mi
desesperación: cada persona estaba ocupada en las tareas de su
propio pensamiento, sumergidos en sus preocupaciones.
No tendría sentido explicar el porque
de estas líneas. Me siento así. He escrito esto en medio de una
crisis por encontrar respuestas y lo dejo como una carta abierta, a
quien corresponda:
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